Asier Hernando Malax-Echevarria –
Pudiera América Latina comenzar un nuevo ciclo consecuencia de una nueva afinidad ideológica de sus principales economías y una sociedad con claridad sobre lo que mejor le conviene, pero son todavía también fuertes tanto las amenazas, las propias y las ajenas, así como pesada su mochila colonial.
Estaba América Latina en terapia cuando le vino la pandemia encima. Prácticamente todos sus países trataban de resolver, no sus problemas recientes, tampoco los originales, pero sí los de sus últimas décadas. Lo hacían como podían, con el desencanto de quien lo ha probado ya casi todo y con la claridad de saber lo que le conviene.
Era este el caso de Chile, el primer país del mundo a quien se le impuso el modelo neoliberal que todavía al día de hoy impera a través de su Constitución. Llevaba 10 años de fuertes protestas estudiantiles y un estallido social en 2019 contra la desigualdad que este modelo suponía que, 22 muertos y 2200 heridos después, derivó en un proceso constituyente y ahora un nuevo presidente proveniente precisamente de estas mismas protestas.
Y el de Honduras: hace 12 años el presidente Mel Zelaya sufrió un golpe de estado al viejo estilo, sacándole los militares de su casa en pijama para ponerlo rumbo a Costa Rica con escala en Palmerola, antigua base militar de EEUU. Años de protestas, fuerte represión, elecciones amañadas, inseguridad y presidentes con vínculos con el narcotráfico hasta que Xiomara Castro ganó las elecciones y Mel Zelaya, esta vez en figura de consorte, regresará a casa presidencial. Otro círculo que se cierra.
También lo está siendo en Colombia, mientras el país está cerrando heridas de 50 años de guerra, con todas las contradicciones que esto siempre supone. Y es que, como señala el expresidente Santos, hacer la paz es más difícil que hacer guerra, y te pone en el dilema permanente de justicia vs paz, que nunca deja a nadie suficientemente satisfecho en el corto plazo. Previo a la pandemia, se produjo un “cacerolazo” sin precedentes, pues la gente quería paz y justicia, pero también educación, una pensión digna y reducir los privilegios y la desigualdad. Estas protestas continuaron en el 2021 y, de aquí a unos meses, pueden desembocar en el primer presidente de izquierda en su historia.
Igual que Brasil, con el más que probable regreso a la presidencia de Lula da Silva en unos meses, después del muy cuestionado proceso de destitución a Dilma Rousseff en agosto 2016 y todo tipo de abusos sin pudor alguno, incluyendo un caso inventado de corrupción que llevo a la cárcel a quien podría regresar de presidente.
Otros casos son Perú, con un presidente que representa a los que siempre y en todo habían sido excluidos; Bolivia, con el MAS de Evo Morales nuevamente en el poder o Argentina,son casos igualmente en el que los países cierran círculos con su pasado, nunca lejano, pero sí de las últimas décadas.
En todos ellos está habiendo tres puntos en común: primero, la salida es más por la izquierda que por la derecha, con propuestas que reclaman más Estado y menos desigualdad. Segundo, tienen siempre un vínculo con un agravio democrático previo y, tercero, la élite económica no está pudiendo tener la influencia que en el pasado tenía para poder hacer ganar a sus candidatos.
Los últimos datos del Latinobarómetro constatan la dirección que los resultados electorales están tomando. En los últimos dos años, el apoyo a la democracia se incrementó en 11 países de la región , no se le culpa a ésta por los males que la población padece. Se culpa, por el contrario, a las élites egoístas: el 73% de las personas considera que se gobierna para unos pocos poderosos y el 81% que la distribución del ingreso es injusta.
Las peores expresión de la desigualdad para los latinoamericanos son la educación y la salud, en ese orden. Son estas dos precisamente las que se han despriorizado los últimos años, lo que ha llevado a América Latina a sufrir la pandemia como en ningún otro lugar del mundo. Una de cada tres personas fallecidas de COVID-19 en el planeta ha muerto en la región, la que contiene únicamente el 10% de la población mundial. En Perú ha sido especialmente dramático: con un sistema de salud ya previamente colapsado, falleció el 0,5% de la población del país, la tasa más alta del mundo.
A su vez, previo a la pandemia 1 de cada 3 niños y niñas de la región tenía ya problemas de comprensión lectora y 10 millones estaban sin escolarizar. Había una crisis educativa que se ha visto agudizada por el cierre de escuelas que continúa al día de hoy para 71 millones de niños y adolescentes, y de consecuencias impredecibles en sus aprendizajes y salud mental. Las familias con recursos pudieron seguir las clases virtualmente, pero la gran mayoría no pudo, pues únicamente el 44% de los hogares en América Latina tiene acceso a internet.
Así, se entiende que la región quiera más Estado, mejores sistemas de salud, acceso a internet, una educación que realmente iguale oportunidades y unas élites con menos poder que el actual. Los resultados de las últimas elecciones no han venido más que a confirmar lo que las encuestas de opinión ya constaban: la población se ha cansado ya de la desigualdad que le indigna y de una igualdad de oportunidades que se le ha prometido , pero que nunca ha llegado. Otra vez según en Latinobarómetro, casi el 70% de los latinoamericanos con menos ingresos considera que a sus hijos les irá igual que ellos a pesar de los muchos esfuerzos que hagan.
Hay así algunas señales de esperanza y la región es ahora más consciente de las causas de sus problemas y, por lo tanto, de sus soluciones, como está demostrando en las demandas de muchas de sus últimas protestas en prácticamente todos los países. Vendrán posiblemente momentos de menos épica, pues se ha también aprendido que los grandes discursos y esperanzas suelen ir muchas veces precedidos de todo tipo de dramas y promesas incumplidas (como ha sido el caso de Venezuela, Brasil con Jair Bolsonaro o Nicaragua con Daniel Ortega).
Pudiera América Latina comenzar un nuevo ciclo consecuencia de una nueva afinidad ideológica de sus principales economías y una sociedad con claridad sobre lo que mejor le conviene, pero son todavía también fuertes tanto las amenazas, propias y ajenas, así como pesada su mochila colonial.
Las amenazas
El retroceso democrático y cierre de espacios a la sociedad civil es la principal amenaza para América Latina, igual que estamos viendo en otros lugares. Según el reciente informe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), atraviesa la democracia su momento más complejo de las últimas décadas. Brasil supone su principal retroceso, pero está también erosionándose en Guatemala, El Salvador, Colombia o Bolivia. La corrupción y los ataques contra la libertad de expresión y las libertades civiles han sido su principal amenaza. Hay, sin embargo, una importante luz para la esperanza: la juventud, que podría convertirse en una reserva democrática para la próxima década, como ya vimos cuando salieron a defenderla en Perú, Nicaragua, Venezuela, Cuba, Colombia, Chile o Paraguay.
Todo lo anterior lo confirma también el semanario The Economist en su Democracy Index, las democracias en América Latina han tenido pocos avances los últimos años, no cumplen todavía las necesidades de sus ciudadanos y tienen además una tendencia al retroceso en varios de los países.
La maldición de los recursos es otro permanente lastre para que la región pueda industrializarse, como si fuera un “error de fábrica” que no tiene solución, las élites económicas no tienen incentivos para ello y a las élites políticas, de izquierdas o derechas, no les queda más remedio que seguir expandiendo la misma. Según la CEPAL, el peso de las exportaciones de materias primas en América Latina es cuatro veces mayor que en otras regiones: 37% frente al 12% de Asia o 21% de África. A su vez, la extracción de minerales ha aumentado 7 veces desde 1970, indistintamente de los gobiernos, lo que genera un aumento de conflictos socioambientales y asesinatos. Solo en Colombia hay más asesinatos por este asunto que en todo Asia.
Por último, la geopolítica internacional: fue la lógica de guerra fría en la que estaban Estados Unidos y la Unión Soviética la que provocó que sufriera la región crueles dictaduras durante las décadas de los ´70 y ´80. La posterior hegemonía global de EEUU permitió democracias, pero siempre que beneficiaran los intereses económicos de EEUU a través de acuerdos comerciales o condicionalidades del FMI. La dinámica que puedan establecer globalmente China, EEUU y Rusia en el futuro ejercerá una fuerte influencia en América Latina, lo que le podría hacer perder autonomía como bloque y representar permanentes trabas a su desarrollo. La protección que ha ejercido Rusia sobre Nicaragua o Venezuela ha sido muy perjudicial para el avance de la expansión de sus derechos, igual que lo ha sido la condescendencia de EEUU con los últimos presidentes de Honduras o Guatemala a quienes ha permitido todo tipo de corrupción y vulneración de DDHH, siempre que se comprometieran a frenar la emigración.
¿Esperanzas o amenazas?
Ningún análisis es completo, ni en amenazas ni en esperanzas que condicionarán su futuro, pero menciono algunas de las importantes ausencias. Sobre las primeras, requeriría otro artículo el hablar sobre la dinámica de la violencia, la influencia de las iglesias evangélicas o el narcotráfico. Sobre las esperanzas, el movimiento feminista sobre todo en Argentina o Chile, pero que irradia a toda la región, emerge con una fuerza que pone contra las cuerdas a un patriarcado cruel que hace de las violencias hacia las mujeres una segunda pandemia.
Reputados autores como James Mahoney demuestran cómo el desarrollo de los países en América Latina está especialmente condicionado por sus procesos de descolonización hace ya dos siglos: los mismos países que ya entonces tenían mejores condiciones para el desarrollo, son los más desarrollados ahora, y al revés. Por mucho que falten así variables para poder predecir el futuro de la región, no variará mucho de la jerarquía en el desarrollo actual.
Hay razones para la esperanza, pero sin la ingenuidad de negar sus límites. Ya pasamos hace década y media por un muy positivo ciclo de gobiernos progresistas cuando la región consiguió reducir la pobreza y desigualdad como en ningún otro momento en su historia reciente. Lo hizo por el alto precio de las materias primas que disfrutaba, pero también por las políticas expansivas que se impulsaron. Pero las expectativas eran tan altas que también decepcionaron. No caigamos en el mismo error. América Latina necesita de épica, de esperanza, pero también conocer sus límites de cada momento histórico.
Lima, Perú. 23 de diciembre del 2021.
Asier Hernando es licenciado en geografía humana con master en desarrollo internacional, está cursando actualmente un segundo master en Ciencias Políticas. Lleva casi dos décadas viviendo en diferentes países de América Latina como Honduras, Bolivia, Colombia o Perú. Ha liderado en este tiempo algunas de las principales campañas de Oxfam, además de asumir la dirección regional y dirección de programas los últimos años. Es miembro del consejo de administración de la red de ONGs EU- LAT y escribe sobre América Latina para diferentes medios de comunicación, entre ellos El País. |
Referencias:
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- CIVICUS (2021). State of Civil Society Report. Johanesburgo, Sudáfrica: CIVICUS
- Economist Intelligence, U. (2021). Democracy Index 2020. London: The Economist Intelligence Unit.
- Quesada, A. C., & Sáenz, H. C. (2020). El desarrollo en transición en América Latina: ¿una nueva agenda tecnocrática o la oportunidad de una mirada política a las trampas de la renta media?. Documentos de trabajo (Fundación Carolina): Segunda época, (28), 1.
- IDEA (2021). El estado de la democracia en el mundo. Estocolmo, Suecia: Fundación IDEA.
- IPSOS (2021). Sentimiento de sentimiento roto 2021. Paris, Francia: Ipsos Global Advisor.
- Latinobarómetro (2021). Informe 2021, Adiós a Macondo. Santiago de Chile: Corporación Latinobarómetro.
- Mahoney, J. (2010). Colonialism and postcolonial development: Spanish America in comparative perspective. Cambridge University Press.
- PNUD (2021). Atrapados: Alta Desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y el Caribe. New York: Naciones Unidas.
- Ruiz, Damaris; Garrido, Anabel (2018). Breaking the mould: Changing belief systems and gender norms to eliminate violence against women. OXFAM.
- Sánchez, J., Domínguez, R., León, M., Samaniego, J., & Sunkel, O. (2019). Recursos naturales, medio ambiente y sostenibilidad: 70 años de pensamiento de la CEPAL. Santiago de Chile: CEPAL.
- Solimano, A. (2012). Chile and the neoliberal trap: the post-Pinochet era. Cambridge University Press.